domingo, 22 de abril de 2012

Chapter Two






Liverpool, principios de año, 1962





Escuchar la voz de mi novio junto a la de otra mujer provocó que mi corazón se acelerara de miedo. Mi respiración se volvió irregular, pude escuchar algunas frases que la mujer le decía a Ian.

-Cariño… Hagámoslo otra vez, además sólo son las once… ¿Es que acaso tú no disfrutas? – Decía en tono meloso.

Eso hizo que mi corazón se parase. 

-Volvamos a disfrutar del placer de estar juntos… seguro que la escueta de tu novia no te hace ni la mitad de las cosas que te hago yo…

Esta vez, mi corazón estaba a punto de romperse. No pude entender la respuesta de Ian, pero las voces cesaron.


Metí la llave en la cerradura, lentamente, intentando no hacer ruido, mis pulmones trabajaban a toda máquina. Mi corazón detenido, había comenzado un ritmo frenético debido al temor que sentía con lo que pudiera encontrarme al otro lado de la puerta. 

Acabé de girar la llave y vi lo que tanto me temía. La mujer le estaba metiendo la lengua a Ian hasta la campanilla. Ian no lo estaba disfrutando, pero tampoco se resistía. Las lágrimas salían de mis ojos, y yo siquiera me había dado cuenta de ello. 

La mujer abrió un ojo mientras seguía besando a Ian, al verme, sonrío de satisfacción e incrementó la intensidad del beso. Ian tampoco se apartó, incluso vi como sus lenguas jugueteaban entre ellas. 


Mis piernas no pudieron aguantar más mi propio peso y poco a poco me fui derrumbando, silenciosamente. La mujer gemía mientras ponía las manos de Ian en su trasero. No quería mirar la escena que tenía delante. Más bien, no podía.

-¡Para ya, Marianne! Joder, me estás agobiando.  – Gritó Ian, enfadado se separó de ella y cogió un cigarro y lo encendió, dándose la vuelta. Sus ojos verdes me vieron, llorando, en el suelo. – Stella…


Mis ojos llenos de lágrimas subieron hasta encontrarse con los suyos. Intenté transmitirle con la mirada lo mal que me sentía. Sin saber de dónde saqué fuerzas y limpiándome las lágrimas me levanté del suelo, sin decir una palabra. Pasé al lado de Ian, que se había quedado congelado al verme allí.


Saqué mi maleta y empecé a guardar las cosas en ella. Me iría a un hotel o… no sé lo que haría pero aquí no me quedaría. Eso seguro. Mientras las lágrimas caían por mis mejillas incontrolablemente pude oír una risa tosca y burlesca. Sequé mis lágrimas, no iba a darle el placer a esa mujer de verme llorar, aunque ya lo hubiese hecho.

-¿Has visto la cara de idiota que se le ha quedado?
-No te atrevas a reírte de ella en mi cara. – Oí decir a Ian con los dientes apretados y enfurecido. Salí de la habitación y vi la escena que se presentaba ante mí. La mujer estalló en una carcajada más fuerte aún. Ian la cogió de las muñecas, apretándoselas con fuerza. Empezaba a hacerle daño, pero Marianne no paraba de reír. Levantó una mano para pegarle, pero se lo impedí.
-Basta, Ian. – Eran las primeras palabras que le dirigía desde que había vuelto a casa y le había pillado siendo infiel. Me miró y agachó la cabeza avergonzado.
-Vete, Marianne.
-Pero…
-¡Que te vayas! – Gritó Ian enfadado. Con una mueca de desprecio hacia mí, Marianne, salió por la puerta, con la cabeza alta, llena de orgullo, a pesar de que la acababan de echar.


Observé cómo Ian cerraba la puerta lentamente, con la cabeza baja. Evitando mirarme. Antes de que la levantara me di la vuelta y volví a la habitación, a seguir empaquetando mis cosas.

-¿Qué estas… haciendo?

Me volví y vi a Ian con el semblante pálido, viendo con horror cómo guardaba mi ropa dentro de la maleta. 


Solté un bufido irónico.

-¿Tú qué crees? – Lo miré apretando los labios e intentando no ponerme a llorar. Al ver su cara desconcertada le pregunté-: ¿No pensarías que después de lo que ha pasado iba a quedarme aquí, verdad?
-Supongo que tenía esperanzas…
-Pues eres un idiota si tenías las esperanzas de que, aun después de ver que me eras infiel iba a quedarme.

Se arrodilló a mi lado, e intentó cogerme de la mano. La aparté de golpe. Nos quedamos así, sin decir nada. Hasta que decidí hacerle la pregunta. Esa pregunta que todas tememos hacer cuando descubrimos que nos están siendo infieles. Y no, no es ¿Es que he hecho algo mal? ¿Ya no me quieres? Si no que es…

-¿Por qué? – Susurré.
-¿Eh? – Ian levantó la cabeza y me miró.
-¿Por qué? – Volví a preguntar, elevando un poco la voz para que me oyese. 


POV Ian:

¿Por qué? No podía decirle los motivos que me habían llevado a serle infiel, no podría soportar que me mirase con pena, después de haber sido chantajeado  por Marianne por culpa de mi pasado.


Cómo desearía poder cambiarlo… Pero sé que es imposible.


Como siempre, gracias a mi maldito pasado pierdo las únicas cosas buenas que hay en mi vida. No puedo decirle a ella que una vez maté a un hombre.

Flashback.

Liverpool, 1950


El frío de la noche cala hasta mis huesos. Estoy tiritando y hambriento. Siento como partes de mi cuerpo se congelan hasta que ya no logro sentir nada. Mis zapatos completamente rotos y con agujeros.


A través del callejón viene un hombre tambaleándose, totalmente borracho. Le observo silenciosamente. Pasa por delante de mí y se gira para observarme. Tiemblo, de miedo y de frío. Una sonrisa maliciosa aparece en la cara de aquel hombre.


-Dime niño… ¿qué edad tienes? 
-S…Siete años… s…se… señor…
-Hum… Siete años… Eres un niño muy bonito…- murmuró pasándome un dedo por la cara.
¿Quieres que nos divirtamos juntos? - Su dedo empezó a bajar por mi pecho hasta llegar a mi parte masculina.


El pánico se adueñó de mí, le aparté la mano y sin saber de dónde saqué fuerzas e intenté correr.


-¿¡A dónde vas, muchacho insolente!? – Gritó el hombre enfurecido, por sus ropas pude entender que tenía dinero. 


Aun cuando estaba corriendo lo máximo que mis adoloridas piernas me permitían el hombre me alcanzó. Resbalé y empecé a gatear, intentando escapar. Las manos de aquel hombre empezaban a buscar mis pantalones para bajarlos. 


En un intento de salvarme cogí un palo que había allí, cerré los ojos y golpeé lo más fuerte que pude. Supe que alcancé mi objetivo cuando el hombre cayó redondo a mi lado.


Un charco de sangre salía de su cabeza. A pesar de que intenté moverlo y que se despertara no lo hacía. Y al ver que tampoco respiraba entendí que lo había matado… 


Salí corriendo de allí y aunque intentaba consolarme diciéndome que si me hubiese pillado estaría sufriendo, no podía compararse con el sentimiento de culpa que me embargaba.


Fin Flashback.

Al no poder contarle eso, decidí hacerle daño, aunque me arrepentiría el resto de mi vida. Ella era demasiado buena para mí, para un criminal como yo. La miré a los ojos y con un tono que pareciera convincente le dije:

-Ya no te quiero… - “Te amo más que nunca” -  Lo siento, pero tuve que buscar en Marianne lo que no encontré en ti… - “Marianne nunca ha tenido y nunca tendrá todo lo que posees tú”

Las lágrimas caían de sus preciosos ojos y yo no podía hacer nada para remediarlo, de hecho, yo era el causante de todas esas penas.

-Déjame sola… por favor.

A regañadientes me levanté de su lado, sabiendo que esa sería la última vez que la tendría en mi casa… Y en momentos como este, me hubiese gustado poder volver al pasado y no cometer todos aquellos errores por los que hoy estoy pagando.

POV Stella:


No me quería. Tenía que haberlo sabido desde el principio. Un dolor inmenso atravesaba mi pecho, presionándome el corazón. 


Una vez hube acabado la maleta, salí de la habitación. En el bolso llevaba todo el dinero que tenía, me iría a un hotel y estaría allí hasta que… encontrase un apartamento o algo. 


Miré una última vez a aquel hombre, que ahora observaba la televisión apagada con la mirada perdida y  las lágrimas saliendo de sus ojos. Supe que no me pediría que me quedase, porque ambos sabíamos perfectamente que no iba a hacerlo. 


Caminaba calle abajo, distraída, con la maleta. Aun no tenía pensado el lugar donde me quedaría, por lo que sólo caminaba. 


Estaba perdida en mis pensamientos cuando sentí un fuerte tirón por el lado en el que llevaba el bolso. Alcé la mirada para ver cómo un hombre se lo llevaba. Intenté correr tras él, pero debido al peso de la maleta, no duré mucho.

Me derrumbé en mitad de la calle, no tenía dinero y seguía sin un sitio a dónde ir. No podía acudir a Lisa, ella tenía sus propios problemas familiares.

-¿Stella? – Murmuró insegura una voz grave que conocía perfectamente.


Me giré y lo vi. Mi mejor amigo de la infancia, James Parker está de pie, enfrente de mí. Con un gesto preocupado en su amable rostro y en sus ojos azules verdosos

-¡Jay! – Corriendo me dirigí a sus brazos. 


Preocupado, me abrazaba fuerte mientras mi llanto se descontrolaba, una vez más. 

-Sh… Ya paso, pequeña, ya paso… - Musitó mientras me acariciaba el pelo. - ¿Qué ha pasado?

Le conté todo lo que me había pasado, desde el Cavern Club hasta lo de que no tenía un sitio dónde ir.

-Maldito malnacido…

Jay siempre había odiado a Ian, aunque yo nunca había sabido por qué había intentado preguntárselo pero siempre evitaba responder.

-Jay… no sé qué voy a hacer… No tengo ningún sitio a dónde ir, y no puedo acudir a Lisa, ya sabes que su padre es un borracho inestable que la golpea…
-Te vendrás a vivir conmigo. Sé que mi estudio no es muy grande, pero creo que eso es mejor que nada.

De mis ojos cayeron unas lágrimas. Pero no eran de pena. Si no que de felicidad, por tener un amigo así…

-Eh… No llores más. – Dijo Jay cogiéndome la cara entre las manos.
-Gracias… - dije mirándole a los ojos.





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Jeeer, bueeno... quería deciros que puede que Stella os caiga un poco mal, porque parece demasiado llorona, pero verdaderamente es muy fuerte. Ya lo descubriréis a lo largo del fic.  Un beso, gracias por leer 

jueves, 19 de abril de 2012

Chapter One







Liverpool, principios de año, 1962.




Dos pinceladas más y estaría listo. Contemplé mi cuadro y el paisaje. Llevaba yendo a ese lugar varios días para poder pintar el paisaje nevado junto al atardecer.

-Por Dios, Stells, vámonos ya. Son las siete menos veinte. Recuerda que tenemos que ir al Cavern Club.
-Espera un momento – Conseguí decir retocando los últimos detalles. – Bueno, ya está. Ven aquí Lisa y dime qué te parece.

Mi mejor amiga resopló pero se bajo del capó de su coche de segunda mano y vino a mi lado. Al principio entornó los ojos, pero poco después su boca pasó a formar una “o” perfecta. Comencé a reírme.

-Entonces… ¿Te gusta?
-Stells, esto es… increíble. – Dijo apenas en un susurro.
-Bueno, ya podemos irnos. Quería terminarlo hoy.
-¿Tienes más cuadros? – Preguntó.

Una triste sonrisa se apoderó de mis labios, inevitablemente recordé el episodio que había vivido a mediados del año pasado, junto a Harry, aquel señor que en principio era mi padre, pero que ahora no es nada para mí.

-Tenía más, pero bueno… Se puede decir que sufrieron un final no demasiado bueno… Ahora, aparte de este tengo dos o tres colgados en la casa de Ian.
-Ah… - Dijo Lisa mirando hacia el suelo. – Vámonos. – Dijo recuperando su alegría inicial.
-Claro – Dije mientras con el cuadro entre las manos me subía a su pequeño coche.

En el trayecto hacia casa apenas hablamos, nos encontraríamos allí. Parece ser que Ringo no asistiría, ya que se encontraba enfermo. Cuando llegué a casa saludé a Ian con un seco “hola” ya que estábamos peleados, últimamente las cosas entre nosotros no marchaban demasiado bien.

-¿Vas a salir? – Preguntó Ian desde el sofá, repantingado mirando la televisión.
-Voy a ir a Cavern Club con Lisa. ¿Vienes?
-No.

Solté un suspiro d cansancio, no me gustaba estar mal con él, pero era tan cabezón que se ponía realmente insoportable.

Me metí en nuestra habitación y me cambié. Botas altas y un vestido ajustado. Me puse el abrigo por encima y salí, dispuesta a marcharme.

-No me gusta que estemos así… - Murmuré en baja voz antes de salir por la puerta.

Ian POV:

Sabía que ella tenía razón, a mi tampoco me gustaba nada esta situación pero al hacer lo que estaba haciendo me estaba arriesgando demasiado. No podía perderla, ella era la luz de mi vida, una suave caricia del viento de primavera, era la chica de mis sueños y por una estupidez me estaba arriesgando a perderla.

En ese momento llamaron a la puerta, pesadamente me levante a abrir, no me hacía falta preguntar, ya sabía quién era.

En cuanto abrí vislumbre una melena rojiza echándose encima de mí. Sus labios buscaron los míos desesperadamente. Me daba asco, ella y esta situación, pero no podía hacer nada, tenía que fingir que todo esto era agradable, y para colmo, me tenía contra la espada y la pared. Si hacía algo que no debía le diría a Stella las cosas que hice en el pasado y no podía exponer aquellos pecados a lo único bueno que me había pasado en la vida – aparte de mis padres adoptivos-.

Sin otra opción me deje llevar por Marianne, compartiendo con ella lo que antes, sólo había compartido con Stella.

Stella POV:

-Venga Stells, anímate. ¿No te vas a pasar toda la noche suspirando por el idiota de Ian, verdad?

Miré a Lisa, e intenté sonreír. Tras darle vueltas durante unos minutos decidí que tenía razón.

-Voy a hacerlo, voy a pasármelo bien. Si quiere arreglar las cosas que venga él, por que yo no soy culpable de nada. Vamos a disfrutar. – Dije decidida.
-¡Esa es mi Stells! – Gritó Lisa, provocando la mirada de algunos chicos que había cerca de nosotras. Nos empezamos a reír y los chicos nos sonreían.

Entramos en Cavern Club cogidas del brazo. Cuando fuimos a la barra estaba Alexander, en cuanto nos vio una sonrisa a travesó su magnífico rostro.

-Hola guapetón. – Dijo Lisa, moviendo rápidamente las pestañas.
-Hola preciosa, ¿Qué hacéis aquí las dos solas?
-¿Acaso no puedo venir a ver a mi chico? – Inclinándose sobre la barra Lisa le dio un ligero beso en los labios a Alexander, que en ese momento estaba secando una copa con un trapo. – Además, hemos venido porque a Stella le hacía falta un poco de diversión, - se acercó aún más a él. – Ya sabes que últimamente no le va muy bien con Ian – se separó.- Y la he traído para que se distraiga y deje de pensar en ese zoquete.
-¡Eh! – Protesté. – Te he oído, y mientras siga siendo mi novio, no le llames zoquete delante de mí.

Lisa rió y empezó a hablar con Alex. Me fijé en el nuevo grupo que estaba tocando. Sonaban bastante bien, eran cuatro, creí haber reconocido a alguno, pero no estaba segura, por lo que me acerqué a dónde estaban Lisa y Alex y le pregunté directamente a él.

-Oye Alex, ¿Quiénes son los que están tocando?
-Oh, vamos, Stells. ¿No los conoces? – Preguntó asombrado
-¿Si les conociera crees que te estaría preguntando? – Dije divertida.
-Son los Beatles. Son de aquí, pero han estado en Hamburgo tocando por aquí y por allá.
-Ah… - Tras una pausa. – Son muy buenos…
-¡Son buenísimos! – Exclamó Alexander.
-Si tú lo dices – Dije riéndome. – Dame una cerveza. – Alex dudó, miró a Lisa y ella asintió.

Del tirón me tomé dos. Y al no estar acostumbrada a beber se me empezó a subir un poco a la cabeza. Los Beatles acabaron de tocar y otro grupo subió al escenario, empezaron a tocar Rock n’ Roll. Eso hizo que me animara inmediatamente.

Dejando atrás la vergüenza, fui al centro de la pista de baile y empecé a moverme al ritmo de Blue Suede Shoes de Elvis Presley. Al poco tiempo ya tenía a varios pretendientes de baile. En un momento de lucidez elegí a uno. Tenía mucho ritmo. Cuando acabo esa canción empezaron con otra de The Contours, llamada Do You Love Me.

Mi pareja de baile aprovecho y me estrechó junto a él. Subí la mirada y vi una sonrisa que me dejó anonadada. Estaba realmente impresionada por aquel chico. Era guapísimo. Por su estatura supe que tendría dos o tres años más que yo, pero eso no me importó.
Con una mano me alzó la pierna y se la puso en la cadera. Empezamos a restregar 
nuestras caderas al ritmo de la música. Ni con Ian había bailado de esa manera. Gracias a las cervezas el pudor había desaparecido completamente de mí. 

Dejando rienda suelta a la parte nada cohibida que había en mí. Me enganché a su cuello y eche la cabeza hacia atrás, él subía y bajaba las manos por mis costados. Era increíble y a la vez raro. Sin saber por qué, confiaba en él.

Estaba pasándolo realmente bien, Ian salió de mi cabeza completamente mientras estaba aquí, con él. La canción acabó demasiado pronto para mi gusto.

-Ahora tocaremos una canción lenta, así que, parejitas, por favor. Pasen a la pista de baile.

Miré a los ojos marrones claros de mi pareja, bajé la pierna y no desenganché las manos de su cuello, las suyas se pusieron en mi cintura y empezamos a bailar  Something Stupid de Frank Sinatra.

-¿Cuál es su nombre, caballero? – Le pregunté divertida.
-Querida señorita, mi nombre es John Winston Lennon y estoy aquí para servirle… ¿Me haría el honor de decirme su nombre? – Tras preguntarlo, no puedo evitar reírme.
-Mi nombre es Stella…

Mi corazón iba a cien por hora, tanto por los bailes como por la presencia de John.

-Me encanta esta canción – Susurré de repente. Sin darme cuenta casi.

 John se acercó a mi oído.

-A mi también me gusta, pero a partir de este momento… - Susurró, su aliento hizo que sintiera escalofríos.

Sin pararme a pensarlo, apoyé mi cabeza en su cuello. Las dos cervezas estaban haciendo que perdiese el control sobre mi misma. Cerré los ojos y me dejé llevar. Los suaves movimientos que compartía con John no daban descanso a mi corazón.

Sin saber por qué, inconscientemente comencé a buscar sus labios. En poco tiempo los encontré. Nos dimos un beso suave… tierno. Mis manos  acariciaban su pelo y las suyas mi espalda. 

Cuando me di cuenta de qué estaba pasando separé bruscamente nuestros labios. John gruño. Haciendo amago de volver a unirlos, me separé un poco más, pero sin dejar de bailar.

-Yo… - Comencé a hablar. – Lo siento mucho.
-Hey, baby. No lo sientas. – Dijo John con una pícara sonrisa. Intentó volver a besarme y poniéndole las manos en el pecho, lo separé de mí un poco.
-Lo siento es que yo… tengo novio.
-No estarás muy enamorada de él si me has besado…
-Nosotros… estamos pasando un mal momento…
-Ah… Lo siento mucho, pero no puedo negar que no me ha gustado el beso.
-No pasa nada… si verdaderamente el problema es que… - “a mi también me ha gustado” – Me he dejado llevar, verdaderamente lo siento…

La canción acabó y me separé de sus brazos.

-Adiós, John…

Salí corriendo dejandole con la palabra en la boca y buscando a Lisa. La encontré besuqueándose con Alexander.

Decidí no interrumpir. Me acerqué a Edric, el otro camarero.

-Hey, Edric. Me voy, ¿puedes decírselo a Lisa cuando acabe, por favor?
-Claro, ten cuidado Stella.
-Muchas gracias. Lo tendré. – Me despedí con la mano mientras iba hacia la salida.

Cuando estuve fuera, miraba a mi alrededor, buscando a un taxi. Cuando por fin lo encontré le pedí que me llevase a casa. Le di la dirección y esperé a que llegáramos. Pagué y me bajé. Pesadamente subí las escaleras, cuando estuve frente a la puerta me paré al oír unas voces. Eran Ian y… una mujer.






Nota: Es posible que juegue con las canciones de esa época, por lo que también, seguramente no sean de los años en los que verdaderamente salieron. 

Besos y gracias por leer.

jueves, 5 de abril de 2012

Introduction



Liverpool, 1961.



-¡No! - Gritaba aferrándome con todo mi ser a aquellos pequeños proyectos que me habían llevado tanto tiempo. De un empujón ese señor, que desde hoy comenzaba a ser un desconocido para mí, me aparto de su camino.


Lágrimas desesperadas bajaban desde mis ojos, la crispación de ver cómo todo se desmoronaba delante de mí. Sentía como si me desgarraran el alma, al ver como todos aquellos lienzos estaban siendo atravesados por un cuchillo.


Me llevé las manos a la cara, sin poder aguantarlo más, mis piernas se derrumbaron. Miré a mi madre, implorando que parase todo aquello que estaba siendo destrozado por mi padre y que era importante para mí. Gritos de amargura se escapaban de mi garganta. Arrastrándome llegué al lado de mi madre.

-Mamá, por favor, no dejes que lo haga… No dejes que siga… - Le rogué, ella se llevó las manos a la boca. Alternaba su mirada entre mi padre y yo.
-No puedo hacer nada.

Su respuesta fue simple. No podía enfadarme con ella porque mi padre las pocas veces que se ponía así era imparable. Pero el dolor de ver mis obras destrozadas era mayor en ese instante era mayor.


Más gritos desgarrados saliendo en tropel por mi garganta. Detrás de mí, unos pasos apresurados subían la escalera que llevaba al desván de nuestra casa. Por ellas apareció mi hermano, asustado por mis gritos.

-¿Qué está pasando aquí? – Preguntó sin aliento. Yo al verle me puse a llorar más aun si era posible.  Él siempre me había apoyado con mi carrera de artista y vio con horror como todo mi trabajo se iba al garete.
-Richard – Gemí. Su mirada se dirigió hacia mí con miedo. En cuanto me vio en el suelo se puso a mi lado y me abrazó.

Lloré desconsoladamente, desahogando toda la pena y la rabia que sentía en esos momentos.

-Harry, ¿¡por qué has hecho eso!? – Gritó Richard.
-Ningún descendiente mío estudiará arte. ¡Eso no sirve para nada! Lo único que le queda es fracasar. – Me miró con desprecio y murmuró-: Ya sabía yo que una hija no servía para nada…

Esas palabras sólo consiguieron dos cosas:
1. Hacer que mis llantos y la rabia aumentasen.
2. Que tomara una decisión drástica.

Tras un momento o varios minutos, hice que Richard se separase de mí.

-Ringo… vete, no te preocupes, necesito unos momentos a solas…
-¿Estarás bien? – Preguntó con un semblante preocupado.
-Sí… Tranquilo, - miré el reloj de la pared. - ¡Vete! ¡Tienes que tocar en el Cavern Club!
-Mierda… Se me había olvidado. – Murmuró apartando la mirada. - ¿Estarás bien?
-Que sí… - Dije con una mueca parecida a una sonrisa, ya que la sonrisa, no me salió.

Ringo se levantó y salió corriendo escaleras abajo. No sé cuánto tiempo estuve mirando con pena aquellos cuadros y esculturas que tanto tiempo y esfuerzo habían requerido.


Saqué fuerzas y me levanté del suelo. Tenía la cabeza a punto de explotar debido al llanto. Cuando era niña, mi padre era el más cariñoso del mundo, siempre me mimaba, pero desde que comenzó a irle mal en las finanzas, siempre, se desahogaba conmigo.


Bajé las escaleras lentamente y sin hacer el más mínimo ruido. Fui hasta mi habitación y en una maleta comencé a meter mis cosas. Claramente, no me cabía todo, pero conseguí meter lo indispensable. Cogí un papel y un bolígrafo y procedí a escribir:




Lo siento. No puedo seguir en esta situación. No puedo continuar viviendo bajo el mismo techo que la persona que se ha encargado personalmente de arruinar mis sueños. Mamá, Ringo, ambos sois a quién más pena me da dejar, pero tendréis que comprenderme. Seguiré en contacto con vosotros, así que no os preocupéis por mí. Estaré bien, os lo prometo. Al tener ya la mayoría de edad me cambiaré el apellido en el registro civil. No puedo seguir llevando el mismo apellido que el señor Harry Greaves. Lo siento, me supera. 


                                       Os quiere, Stella.



Salí de mi habitación a través de la ventana. Tiré la maleta y gracias a la enredadera que había pude bajar sin hacerme ningún daño.


Caminé lo más sigilosamente posible y me subí al primer taxi que pillé. Le dije una dirección y nos pusimos en marcha. En el camino me arregle un poco, ya que no podía presentarme en su casa con ese aspecto.
Cuando llegamos pagué al conductor y me dirigí a mi temporal nuevo hogar.


Subí las escaleras, con mis pasos en dirección al 3ºC. Una vez estuve delante de la puerta, golpeé suavemente con los nudillos.

-Ya va… - Gritó una voz desde el interior. Podía oír sus pasos perezosos acercándose. La puerta se abrió y dejo ver a un Ian sorprendido al verme allí y con una maleta. - ¿Stella? ¿Qué haces aquí?



Ian McArthur  era un estudiante de la escuela de arte y un cliente frecuente de Cavern Club.

-Vaya, veo que te alegras de ver a tu novia. – Dije con una sonrisa. - ¿Puedo pasar?

Empezamos a salir hace un año, aunque es un año mayor que yo, eso nunca ha importado en nuestra relación.

-Pues claro, pasa, pasa. – Musitó haciéndose a un lado. Sus ojos verdes me miraban asombrados, no parecían creerse lo que estaba pasando. Me fijé en que iba sin camiseta, sus abdominales se marcaban sin tener que hacer ningún esfuerzo. Parecía como si acabara de despertarse.
-¿Te he despertado, cielo?  - Le pregunté mientras soltaba la maleta y me acercaba a él, para darle un suave beso en los labios.
-Mmmh… Sí… bueno, pero si cada vez que me despertasen fueras tú quien lo hiciera y si encima me besas, no me importaría tener que despertar, a pesar de que estuviera teniendo el sueño más maravilloso del mundo – Musitaba a la vez que pasaba sus brazos alrededor de mi cintura.
-Oye Ian… ¿Puedo venir a vivir aquí? Es que he peleado con mi padre y…
-Shh… - Siseó mientras me ponía un dedo en los labios, interrumpiéndome. – No hace falta que me des explicaciones, estoy feliz porque por fin podemos vivir juntos, aunque me apena que sea por esas razones. Si quieres nos sentamos y me las explicas…
-Vale…

Ian escuchó paciente y obedientemente todo lo que había sucedido. Me abrazó y me consoló, tal y como había hecho Richard. Necesitaba olvidarme de todo.


Empecé a besarle, Ian no estaba seguro de si estaba bien continuar o no, a pesar de que ninguno de los dos
éramos vírgenes ya. Metí más presión a mis besos y así, una cosa llevó a la otra y acabamos en su cama, siendo uno solo… Y consiguiendo que me olvidara de todo aunque fuera por un par de horas...