domingo, 22 de abril de 2012

Chapter Two






Liverpool, principios de año, 1962





Escuchar la voz de mi novio junto a la de otra mujer provocó que mi corazón se acelerara de miedo. Mi respiración se volvió irregular, pude escuchar algunas frases que la mujer le decía a Ian.

-Cariño… Hagámoslo otra vez, además sólo son las once… ¿Es que acaso tú no disfrutas? – Decía en tono meloso.

Eso hizo que mi corazón se parase. 

-Volvamos a disfrutar del placer de estar juntos… seguro que la escueta de tu novia no te hace ni la mitad de las cosas que te hago yo…

Esta vez, mi corazón estaba a punto de romperse. No pude entender la respuesta de Ian, pero las voces cesaron.


Metí la llave en la cerradura, lentamente, intentando no hacer ruido, mis pulmones trabajaban a toda máquina. Mi corazón detenido, había comenzado un ritmo frenético debido al temor que sentía con lo que pudiera encontrarme al otro lado de la puerta. 

Acabé de girar la llave y vi lo que tanto me temía. La mujer le estaba metiendo la lengua a Ian hasta la campanilla. Ian no lo estaba disfrutando, pero tampoco se resistía. Las lágrimas salían de mis ojos, y yo siquiera me había dado cuenta de ello. 

La mujer abrió un ojo mientras seguía besando a Ian, al verme, sonrío de satisfacción e incrementó la intensidad del beso. Ian tampoco se apartó, incluso vi como sus lenguas jugueteaban entre ellas. 


Mis piernas no pudieron aguantar más mi propio peso y poco a poco me fui derrumbando, silenciosamente. La mujer gemía mientras ponía las manos de Ian en su trasero. No quería mirar la escena que tenía delante. Más bien, no podía.

-¡Para ya, Marianne! Joder, me estás agobiando.  – Gritó Ian, enfadado se separó de ella y cogió un cigarro y lo encendió, dándose la vuelta. Sus ojos verdes me vieron, llorando, en el suelo. – Stella…


Mis ojos llenos de lágrimas subieron hasta encontrarse con los suyos. Intenté transmitirle con la mirada lo mal que me sentía. Sin saber de dónde saqué fuerzas y limpiándome las lágrimas me levanté del suelo, sin decir una palabra. Pasé al lado de Ian, que se había quedado congelado al verme allí.


Saqué mi maleta y empecé a guardar las cosas en ella. Me iría a un hotel o… no sé lo que haría pero aquí no me quedaría. Eso seguro. Mientras las lágrimas caían por mis mejillas incontrolablemente pude oír una risa tosca y burlesca. Sequé mis lágrimas, no iba a darle el placer a esa mujer de verme llorar, aunque ya lo hubiese hecho.

-¿Has visto la cara de idiota que se le ha quedado?
-No te atrevas a reírte de ella en mi cara. – Oí decir a Ian con los dientes apretados y enfurecido. Salí de la habitación y vi la escena que se presentaba ante mí. La mujer estalló en una carcajada más fuerte aún. Ian la cogió de las muñecas, apretándoselas con fuerza. Empezaba a hacerle daño, pero Marianne no paraba de reír. Levantó una mano para pegarle, pero se lo impedí.
-Basta, Ian. – Eran las primeras palabras que le dirigía desde que había vuelto a casa y le había pillado siendo infiel. Me miró y agachó la cabeza avergonzado.
-Vete, Marianne.
-Pero…
-¡Que te vayas! – Gritó Ian enfadado. Con una mueca de desprecio hacia mí, Marianne, salió por la puerta, con la cabeza alta, llena de orgullo, a pesar de que la acababan de echar.


Observé cómo Ian cerraba la puerta lentamente, con la cabeza baja. Evitando mirarme. Antes de que la levantara me di la vuelta y volví a la habitación, a seguir empaquetando mis cosas.

-¿Qué estas… haciendo?

Me volví y vi a Ian con el semblante pálido, viendo con horror cómo guardaba mi ropa dentro de la maleta. 


Solté un bufido irónico.

-¿Tú qué crees? – Lo miré apretando los labios e intentando no ponerme a llorar. Al ver su cara desconcertada le pregunté-: ¿No pensarías que después de lo que ha pasado iba a quedarme aquí, verdad?
-Supongo que tenía esperanzas…
-Pues eres un idiota si tenías las esperanzas de que, aun después de ver que me eras infiel iba a quedarme.

Se arrodilló a mi lado, e intentó cogerme de la mano. La aparté de golpe. Nos quedamos así, sin decir nada. Hasta que decidí hacerle la pregunta. Esa pregunta que todas tememos hacer cuando descubrimos que nos están siendo infieles. Y no, no es ¿Es que he hecho algo mal? ¿Ya no me quieres? Si no que es…

-¿Por qué? – Susurré.
-¿Eh? – Ian levantó la cabeza y me miró.
-¿Por qué? – Volví a preguntar, elevando un poco la voz para que me oyese. 


POV Ian:

¿Por qué? No podía decirle los motivos que me habían llevado a serle infiel, no podría soportar que me mirase con pena, después de haber sido chantajeado  por Marianne por culpa de mi pasado.


Cómo desearía poder cambiarlo… Pero sé que es imposible.


Como siempre, gracias a mi maldito pasado pierdo las únicas cosas buenas que hay en mi vida. No puedo decirle a ella que una vez maté a un hombre.

Flashback.

Liverpool, 1950


El frío de la noche cala hasta mis huesos. Estoy tiritando y hambriento. Siento como partes de mi cuerpo se congelan hasta que ya no logro sentir nada. Mis zapatos completamente rotos y con agujeros.


A través del callejón viene un hombre tambaleándose, totalmente borracho. Le observo silenciosamente. Pasa por delante de mí y se gira para observarme. Tiemblo, de miedo y de frío. Una sonrisa maliciosa aparece en la cara de aquel hombre.


-Dime niño… ¿qué edad tienes? 
-S…Siete años… s…se… señor…
-Hum… Siete años… Eres un niño muy bonito…- murmuró pasándome un dedo por la cara.
¿Quieres que nos divirtamos juntos? - Su dedo empezó a bajar por mi pecho hasta llegar a mi parte masculina.


El pánico se adueñó de mí, le aparté la mano y sin saber de dónde saqué fuerzas e intenté correr.


-¿¡A dónde vas, muchacho insolente!? – Gritó el hombre enfurecido, por sus ropas pude entender que tenía dinero. 


Aun cuando estaba corriendo lo máximo que mis adoloridas piernas me permitían el hombre me alcanzó. Resbalé y empecé a gatear, intentando escapar. Las manos de aquel hombre empezaban a buscar mis pantalones para bajarlos. 


En un intento de salvarme cogí un palo que había allí, cerré los ojos y golpeé lo más fuerte que pude. Supe que alcancé mi objetivo cuando el hombre cayó redondo a mi lado.


Un charco de sangre salía de su cabeza. A pesar de que intenté moverlo y que se despertara no lo hacía. Y al ver que tampoco respiraba entendí que lo había matado… 


Salí corriendo de allí y aunque intentaba consolarme diciéndome que si me hubiese pillado estaría sufriendo, no podía compararse con el sentimiento de culpa que me embargaba.


Fin Flashback.

Al no poder contarle eso, decidí hacerle daño, aunque me arrepentiría el resto de mi vida. Ella era demasiado buena para mí, para un criminal como yo. La miré a los ojos y con un tono que pareciera convincente le dije:

-Ya no te quiero… - “Te amo más que nunca” -  Lo siento, pero tuve que buscar en Marianne lo que no encontré en ti… - “Marianne nunca ha tenido y nunca tendrá todo lo que posees tú”

Las lágrimas caían de sus preciosos ojos y yo no podía hacer nada para remediarlo, de hecho, yo era el causante de todas esas penas.

-Déjame sola… por favor.

A regañadientes me levanté de su lado, sabiendo que esa sería la última vez que la tendría en mi casa… Y en momentos como este, me hubiese gustado poder volver al pasado y no cometer todos aquellos errores por los que hoy estoy pagando.

POV Stella:


No me quería. Tenía que haberlo sabido desde el principio. Un dolor inmenso atravesaba mi pecho, presionándome el corazón. 


Una vez hube acabado la maleta, salí de la habitación. En el bolso llevaba todo el dinero que tenía, me iría a un hotel y estaría allí hasta que… encontrase un apartamento o algo. 


Miré una última vez a aquel hombre, que ahora observaba la televisión apagada con la mirada perdida y  las lágrimas saliendo de sus ojos. Supe que no me pediría que me quedase, porque ambos sabíamos perfectamente que no iba a hacerlo. 


Caminaba calle abajo, distraída, con la maleta. Aun no tenía pensado el lugar donde me quedaría, por lo que sólo caminaba. 


Estaba perdida en mis pensamientos cuando sentí un fuerte tirón por el lado en el que llevaba el bolso. Alcé la mirada para ver cómo un hombre se lo llevaba. Intenté correr tras él, pero debido al peso de la maleta, no duré mucho.

Me derrumbé en mitad de la calle, no tenía dinero y seguía sin un sitio a dónde ir. No podía acudir a Lisa, ella tenía sus propios problemas familiares.

-¿Stella? – Murmuró insegura una voz grave que conocía perfectamente.


Me giré y lo vi. Mi mejor amigo de la infancia, James Parker está de pie, enfrente de mí. Con un gesto preocupado en su amable rostro y en sus ojos azules verdosos

-¡Jay! – Corriendo me dirigí a sus brazos. 


Preocupado, me abrazaba fuerte mientras mi llanto se descontrolaba, una vez más. 

-Sh… Ya paso, pequeña, ya paso… - Musitó mientras me acariciaba el pelo. - ¿Qué ha pasado?

Le conté todo lo que me había pasado, desde el Cavern Club hasta lo de que no tenía un sitio dónde ir.

-Maldito malnacido…

Jay siempre había odiado a Ian, aunque yo nunca había sabido por qué había intentado preguntárselo pero siempre evitaba responder.

-Jay… no sé qué voy a hacer… No tengo ningún sitio a dónde ir, y no puedo acudir a Lisa, ya sabes que su padre es un borracho inestable que la golpea…
-Te vendrás a vivir conmigo. Sé que mi estudio no es muy grande, pero creo que eso es mejor que nada.

De mis ojos cayeron unas lágrimas. Pero no eran de pena. Si no que de felicidad, por tener un amigo así…

-Eh… No llores más. – Dijo Jay cogiéndome la cara entre las manos.
-Gracias… - dije mirándole a los ojos.





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Jeeer, bueeno... quería deciros que puede que Stella os caiga un poco mal, porque parece demasiado llorona, pero verdaderamente es muy fuerte. Ya lo descubriréis a lo largo del fic.  Un beso, gracias por leer 

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