jueves, 5 de abril de 2012

Introduction



Liverpool, 1961.



-¡No! - Gritaba aferrándome con todo mi ser a aquellos pequeños proyectos que me habían llevado tanto tiempo. De un empujón ese señor, que desde hoy comenzaba a ser un desconocido para mí, me aparto de su camino.


Lágrimas desesperadas bajaban desde mis ojos, la crispación de ver cómo todo se desmoronaba delante de mí. Sentía como si me desgarraran el alma, al ver como todos aquellos lienzos estaban siendo atravesados por un cuchillo.


Me llevé las manos a la cara, sin poder aguantarlo más, mis piernas se derrumbaron. Miré a mi madre, implorando que parase todo aquello que estaba siendo destrozado por mi padre y que era importante para mí. Gritos de amargura se escapaban de mi garganta. Arrastrándome llegué al lado de mi madre.

-Mamá, por favor, no dejes que lo haga… No dejes que siga… - Le rogué, ella se llevó las manos a la boca. Alternaba su mirada entre mi padre y yo.
-No puedo hacer nada.

Su respuesta fue simple. No podía enfadarme con ella porque mi padre las pocas veces que se ponía así era imparable. Pero el dolor de ver mis obras destrozadas era mayor en ese instante era mayor.


Más gritos desgarrados saliendo en tropel por mi garganta. Detrás de mí, unos pasos apresurados subían la escalera que llevaba al desván de nuestra casa. Por ellas apareció mi hermano, asustado por mis gritos.

-¿Qué está pasando aquí? – Preguntó sin aliento. Yo al verle me puse a llorar más aun si era posible.  Él siempre me había apoyado con mi carrera de artista y vio con horror como todo mi trabajo se iba al garete.
-Richard – Gemí. Su mirada se dirigió hacia mí con miedo. En cuanto me vio en el suelo se puso a mi lado y me abrazó.

Lloré desconsoladamente, desahogando toda la pena y la rabia que sentía en esos momentos.

-Harry, ¿¡por qué has hecho eso!? – Gritó Richard.
-Ningún descendiente mío estudiará arte. ¡Eso no sirve para nada! Lo único que le queda es fracasar. – Me miró con desprecio y murmuró-: Ya sabía yo que una hija no servía para nada…

Esas palabras sólo consiguieron dos cosas:
1. Hacer que mis llantos y la rabia aumentasen.
2. Que tomara una decisión drástica.

Tras un momento o varios minutos, hice que Richard se separase de mí.

-Ringo… vete, no te preocupes, necesito unos momentos a solas…
-¿Estarás bien? – Preguntó con un semblante preocupado.
-Sí… Tranquilo, - miré el reloj de la pared. - ¡Vete! ¡Tienes que tocar en el Cavern Club!
-Mierda… Se me había olvidado. – Murmuró apartando la mirada. - ¿Estarás bien?
-Que sí… - Dije con una mueca parecida a una sonrisa, ya que la sonrisa, no me salió.

Ringo se levantó y salió corriendo escaleras abajo. No sé cuánto tiempo estuve mirando con pena aquellos cuadros y esculturas que tanto tiempo y esfuerzo habían requerido.


Saqué fuerzas y me levanté del suelo. Tenía la cabeza a punto de explotar debido al llanto. Cuando era niña, mi padre era el más cariñoso del mundo, siempre me mimaba, pero desde que comenzó a irle mal en las finanzas, siempre, se desahogaba conmigo.


Bajé las escaleras lentamente y sin hacer el más mínimo ruido. Fui hasta mi habitación y en una maleta comencé a meter mis cosas. Claramente, no me cabía todo, pero conseguí meter lo indispensable. Cogí un papel y un bolígrafo y procedí a escribir:




Lo siento. No puedo seguir en esta situación. No puedo continuar viviendo bajo el mismo techo que la persona que se ha encargado personalmente de arruinar mis sueños. Mamá, Ringo, ambos sois a quién más pena me da dejar, pero tendréis que comprenderme. Seguiré en contacto con vosotros, así que no os preocupéis por mí. Estaré bien, os lo prometo. Al tener ya la mayoría de edad me cambiaré el apellido en el registro civil. No puedo seguir llevando el mismo apellido que el señor Harry Greaves. Lo siento, me supera. 


                                       Os quiere, Stella.



Salí de mi habitación a través de la ventana. Tiré la maleta y gracias a la enredadera que había pude bajar sin hacerme ningún daño.


Caminé lo más sigilosamente posible y me subí al primer taxi que pillé. Le dije una dirección y nos pusimos en marcha. En el camino me arregle un poco, ya que no podía presentarme en su casa con ese aspecto.
Cuando llegamos pagué al conductor y me dirigí a mi temporal nuevo hogar.


Subí las escaleras, con mis pasos en dirección al 3ºC. Una vez estuve delante de la puerta, golpeé suavemente con los nudillos.

-Ya va… - Gritó una voz desde el interior. Podía oír sus pasos perezosos acercándose. La puerta se abrió y dejo ver a un Ian sorprendido al verme allí y con una maleta. - ¿Stella? ¿Qué haces aquí?



Ian McArthur  era un estudiante de la escuela de arte y un cliente frecuente de Cavern Club.

-Vaya, veo que te alegras de ver a tu novia. – Dije con una sonrisa. - ¿Puedo pasar?

Empezamos a salir hace un año, aunque es un año mayor que yo, eso nunca ha importado en nuestra relación.

-Pues claro, pasa, pasa. – Musitó haciéndose a un lado. Sus ojos verdes me miraban asombrados, no parecían creerse lo que estaba pasando. Me fijé en que iba sin camiseta, sus abdominales se marcaban sin tener que hacer ningún esfuerzo. Parecía como si acabara de despertarse.
-¿Te he despertado, cielo?  - Le pregunté mientras soltaba la maleta y me acercaba a él, para darle un suave beso en los labios.
-Mmmh… Sí… bueno, pero si cada vez que me despertasen fueras tú quien lo hiciera y si encima me besas, no me importaría tener que despertar, a pesar de que estuviera teniendo el sueño más maravilloso del mundo – Musitaba a la vez que pasaba sus brazos alrededor de mi cintura.
-Oye Ian… ¿Puedo venir a vivir aquí? Es que he peleado con mi padre y…
-Shh… - Siseó mientras me ponía un dedo en los labios, interrumpiéndome. – No hace falta que me des explicaciones, estoy feliz porque por fin podemos vivir juntos, aunque me apena que sea por esas razones. Si quieres nos sentamos y me las explicas…
-Vale…

Ian escuchó paciente y obedientemente todo lo que había sucedido. Me abrazó y me consoló, tal y como había hecho Richard. Necesitaba olvidarme de todo.


Empecé a besarle, Ian no estaba seguro de si estaba bien continuar o no, a pesar de que ninguno de los dos
éramos vírgenes ya. Metí más presión a mis besos y así, una cosa llevó a la otra y acabamos en su cama, siendo uno solo… Y consiguiendo que me olvidara de todo aunque fuera por un par de horas...






1 comentario:

  1. ¡Que primer capítulo! Me ha encantado el primer capítulo de la historia, y espero que sigas subiendo así frecuentemente, porque me encantaría saber como sigue. Un besazo y muchas ánimos para continuar :)

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